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Fran se guarda el pin de la inmunidad y a Boris Izaguirre en el bolsillo a riesgo de recibir “una somanta de palos en su pueblo” y con un incidente abrasador

Por
J.I. Cantero
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La nobleza y humildad del conquense Francisco Martínez son ya indiscutibles y cada semana nos reiteramos en estos calificativos cuando aparece por nuestros televisores cocinando en Masterchef.

Pero es que además de noble ha demostrado ser valiente y decidido en el noveno programa de esta edición. Decidió no utilizar el pin de la inmunidad y se jugó la eliminación.

Y eso que minutos antes había afirmado que no le gustaba el riesgo, pero Celia Villalobos vaticinó su futuro inmediato: “Conmigo corres muchos riesgos». Y así fue, al final fue un programa donde el riesgo imperó de muy diferentes formas en las diversas fases.

Se puso a cocinar con decisión pero con su marcha del programa en la cabeza y el pin en el bolsillo: “Como me vaya con el pin es para matarme” se decía a sí mismo. Mientras, en el otro bolsillo se metía a un Boris Izaguirre que se mostró encantado con el camarero conquense y con su forma de ser: “Fran me encanta, es divertido y yo creo que es simpático. Yo quiero vivir con él” reconocía el venezolano.

No es casualidad que los jueces del programa se lo rifen para sus restaurantes pero Samantha Vallejo-Nágera ha ganado la batalla y su Casa Taberna en Pedraza parece el destino elegido: “Ya sé por qué te lo llevas, es muy inteligente” le dijo Boris a la chef.

Ya que había arriesgado, Fran se atrevió también con sabores que su paladar desconocía. Sabiendo que su mujer estaría alucinando viéndole integrar la coliflor en su plato, se dirigió a ella mirando a la cámara: “Cariño estoy probando la coliflor, ojito hasta dónde hemos llegado”. Acto seguido se llevó la hortaliza la boca y se sorprendió hasta a sí mismo: “Esto está que flipas chaval”.

Además, como alumno obediente y aplicado supo enmendar el puré de coliflor que le había quedado y en el momento en que Jordi Cruz se lo dijo, su mirada se perdió solo pensando en arreglar el error.

La finura de Fran que bien vale “una somanta de palos”

Sirvió finalmente un plato fantástico que volvió a estar entre los mejores y lo sirvió como siempre, con cariño y delicadeza. Samantha Vallejo-Nágera le preguntó que qué sirve así en Cuenca y Fran reconoció que le gusta deshuesar la carne y quitarle las espinas al pescado para las personas mayores y trinchar la comida a los niños pequeños. “Llevo toda la vida soñando con alguien como tú” le dijo la chef de Pedraza, mientras Boris pedía una inmunidad perpetua para el conquense: “Fran eres divino, me generas cariño. Mereces otro pin de la inmunidad como una medalla”.

Tan fino lo hizo Fran que el jurado le reconoció la sutileza en la cocina y en sus platos en los últimos programas. Algo que el conquense recibió de buen gusto pero sabiendo que esa elegancia no sería igual vista en su pueblo: “Que hay finura en mis platos. ¡Madre de dios la somanta palos que me van a pegar en mi pueblo por ser tan fino!” confesaba.

Le había quedado de lujo y “técnicamente perfecto” según Jordi Cruz, aunque no le pareció tan glamuroso el outfit de Fran a Boris que le reprochó su combinación de zapatos y camisa. No suele preocuparse Fran por su vestimenta y ese es un apartado que suele delegar en la intimidad: “En casa tengo la lista de los conjuntos que me dejó mi mujer”.

Alta cocina a motosierro, agua hirviendo, carreras y unos aspirantes quemados

No todo son halagos, también sufrió una bronca en la prueba de exteriores de parte de Jordi Cruz. Fran se peleaba con un solomillo para hacer un tartar. Se dejó la finura en la prueba anterior y mató al solomillo a machetazos provocando que el chef catalán le mirara con enfado y se quitara la chaqueta. Le enseñó cómo hacerlo al conquense haciéndole pensar en el precio de la pieza que estaba destrozando: “Esto estará a 30 euros el kilo” reflexionó Fran un segundo antes de ponerse manos a la obra ya con las indicaciones aprehendidas.

Prometió practicar y mejorar en su trato de la carne al hacer un tartar pero lo expresó a su modo. Con la espontaneidad y gracia que le caracterizan: “Estamos hablando de alta cocina y no de ir a por un pino al monte con un motosierro”.

Ya con calma, pudo conocer entre los fogones a Arturo Vallls, todo un ídolo para Fran por la utilidad del humor del valenciano en su círculo íntimo: “Tienes chistacos que te los apuntas y luego en el bar van solos para echar otro reo” le dijo al presentador valenciano entre risas.

Lo que no fue ningún chiste fue el resbalón que le hizo escurrirse y volcar una olla de agua hirviendo sobre María y Meri que entre gritos de dolor le recriminaron que no fuera con más cuidado. Fran se defendió diciendo que no había sido a propósito y que el suelo estaba mojado cuando él pasaba por allí.

De hecho él también sufrió quemaduras y Jordi Cruz le mandó a que se la mirasen por aquello de que más vale prevenir que curar.

Fran acabó al borde del llanto y con la voz quebrada por el incidente y se sintió apesadumbrado porque en su larga trayectoria de camarero nunca le había pasado herir a otro compañero.

Su compañera María le exculpó enseguida y sin echarle nada en cara lo que tranquilizó un poco a un conquense visiblemente preocupado.

Finalmente y tras todo lo ocurrido, el equipo de Fran se salvó de ir a la prueba de eliminación y el conquense pudo respirar por partida doble. Por suerte no hubo que lamentar daños extremadamente graves por las quemaduras y consiguió su permanencia una semana más en las cocinas de Masterchef.

Primero fueron glamour y luego chistes, para acabar con quemaduras y lágrimas. Tal y como el propio Fran dijo rememorando sus fiestas cuando era quinto: “El que vale para la fiesta, vale para el trabajo”.

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