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La Olimpiada del «copón» de Fran en Masterchef: oro en diligencia, plata en réplica de platos, bronce en aguas bravas y un beso nulo

Por
J.I. Cantero
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La evolución de Francisco Martínez en Masterchef es un hecho cuando se ha llegado al décimo programa. Como sucede en el deporte, el conquense ha entrenado, mejorando sus prestaciones y consiguiendo mejores marcas y puntuaciones. Además de tomárselo muy en serio y poner todo su empeño en el trabajo, ha aprendido a reposar sus ideas, ordenar mejor el ritmo en la cocina, realizar elaboraciones complejas y calcular mucho mejor los tiempos.

Y no es lo único que calcula. Sabe cuándo están los productos a punto de caducar en los supermercados para cogerlos en la hora precisa justo antes de que estén en mal estado. Se tira a las ofertas el conquense, menos a la hora de trabajar donde se deja todo lo que lleva encima.

En la primera prueba estaba en juego el delantal dorado que permitía al que se lo llevara, además de continuar una semana más, publicar su receta en el libro del ganador. Para lograrlo, los aspirantes debían replicar el plato de un gran chef mundial solo mirándolo en una foto.

Ofelia, como mejor de la prueba de grupo en el programa anterior, asignó las fotografías y le dio a Fran un plato de Massimo Bottura. Una elaboración de restaurante de máximo nivel con un alto número de técnicas alrededor del parmesano.

Las hijas de Santiago Segura y el propio director y actor fueron los invitados de lujo y al conquense le recordaban a su familia. Cuando se puso manos a la obra demostró que había reconocido bien el plato y sorprendió a Jordi Cruz con lo bien que lo había captado en la cocina. “¿Sabes lo que pasa con Fran? Que luego la lía” respondió Fran.

Pero no la lió sino que lo bordó. Leyó perfectamente el plato la foto para comprender los ingredientes y elaboraciones. Gustó a los foodies que probaron su plato mientras Fran no quería ni mirar. Como influencers de la cocina votaron a través de likes y fue María, la aspirante que tuvo “un problema ardiente” con Fran la semana pasada, la que ganó por goleada.

Los Juegos Olímpicos de Masterchef

Y es que la cosa iba de deporte dentro de la competición del propio programa. Masterchef quiso homenajear a los atletas olímpicos que acuden a los Juegos de Tokio representando a España. Como abanderado, también encabezó la representación en el programa el piragüista Saúl Craviotto, “un monumento de la humanidad y una maravilla del mundo” según Fran.

Se volvió loco el conquense con el imponente físico del palista: “Para hacer esos brazos que tiene, cuántas “palás” no habrá tenido que pegar ahí al agua”.


Brazos gruesos pero espaguetis finos. Los que no conseguían sus compañeras de equipo Ofelia y María con la mandolina. Le pidieron ayuda a Fran que sin pensarlo se puso con ello: “Tampoco puede ser muy difícil el invento este”. Y efectivamente. Dicho y hecho. La tocó, la arregló y solucionó el problema para que el trabajo pudiera salir adelante. Sacó el primer oro para los suyos en eficiencia y diligencia.

Del oro se pasó al nulo con un beso no efectuado y una cobra descalificante al estilo mariposa. Ofelia se puso tremendamente contenta y se lanzó a por el conquense para besarle, pero aunque Fran pone al servicio su labor sin miramientos, su cariño y sus ósculos no se dan a la ligera: “Esta tiene obsesión. Yo cada vez veo que quiere darme un beso a mí. Soy el único que no puede y me viene a mí”.

El que vino inmediantamente con él fue Pepe Rodríguez para aliviar las tensiones y le utilizó como compañero para practicar yoga y hacerle una llave. Pero Fran miraba de reojo a su olla y aunque el chef del Bohío le estaba derribando él solo tenía la mente puesta en el agua que hervía y lo que se cocía dentro del recipiente.

Estaban lejos de las medallas los dos equipos abanderados por una misma persona. Le pudo la responsabilidad a María y todos los aspirantes se quedaron lejos de las medallas en cocina sincronizada.

“¡Continuamos! Nunca se deja de trabajar” gritaba Fran ejerciendo de coach y verbalizando su filosofía personal para su equipo.

Pero Ofelia no tenía intención de aceptar indicación alguna para su forma de entender el juego. Puso difícil la competición a todos sus compañeros aumentando la tensión y poniendo muy cara la tranquilidad en la prueba. Cuando ya casi cruzaban la meta, no pudo más con el ritmo caótico de la gallega ni con el volumen que estaba poniendo a la carrera: “¿Te puedes estar cinco minutos callada copón?” le espetó. “No quiero una voz más en la cocina, me estáis poniendo la cabeza como un bombo” gritó también al resto de sus compañeros en medio del caos.

Quizás en tranquilidad no siempre ha sido Fran el favorito ni ha tenido máximas capacidades, pero es cierto que en este último programa supo mantener la calma entre gritos y desorden con algunas excepciones en las que ya no pudo aguantar más. Por ello le otorgamos el bronce en aguas bravas o más bien en sortear las marejadas.

Explicó su beso no efectuado con Ofelia tras la prueba y al decirle Jordi Cruz que eso le pasa por ser un caramelito él confesó que su mujer le dice que ella le conoció «con alopecia, cuando estaba traspellado, le faltaba medio diente, las gafas las llevaba para un lado y para otro» por lo que considera que tienen que estar juntos ahora que está «hecho y derecho y formal».

No sabemos cuántas medallas conseguirá España en Tokio y tampoco si Fran será el ganador de esta edición en Masterchef. Pero el conquense ha conseguido varias simbólicas en este programa que se unen a la más importante que todavía conserva: el pin de la inmunidad.

No tuvo que utilizarlo ya que su equipo fue el mejor de la prueba pese a los gritos y la anarquía. «¿Tú sabes que la semana que viene puedes estar en la semifinal de Masterchef?» le preguntó Jordi Cruz. «Algo me han comentado» contestó despreocupado el conquense. Y es que “el que sabe sabe y el que sabe se aprovecha” tal y como se decía a sí mismo Fran haciendo caviar durante la prueba.

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