¡Pum!
El pistoletazo de salida. Necesito controlar los nervios y correr para seguir al grupo. Hemos entrenado muy duro, cambiado la dieta y puesto todo nuestro esfuerzo en llegar hasta aquí. Ahora lo importante no es ganar, es terminar juntos la maratón familiar.
Soy el más pequeño, pero también el más rápido de mi casa. El ritmo que llevamos es le acordado en los entrenamientos y vamos terceros, detrás de los “perfectos” Rodríguez.
Verlos delante de nosotros tantos kilómetros me estaba sacando de quicio, pero tenía que mantener el ritmo. Legando a los últimos 200 metros mi ira no conocía límites y decidí acelerar. No podía soportar la idea de que nos ganasen.
Hice el sprint más rápido de toda mi vida, pasé por delante de todos los demás corredores y a uno pasos de la meta…
Tropecé con una roca enorme. Caí con una voltereta y no me podía levantar. Vi a mi familia al fondo, preocupada pero aún corriendo.
Una mano me levantó y de repente me vi en la espalda del padre de los Rodríguez.
