Tener en Cuenca un maestro del deporte que ha pasado por la élite es una suerte que muchos disfrutan y pocos saben. Gaby Martínez es entrenador en el club de esgrima Espadas Colgadas. Entre sables y floretes creció, se formó y triunfó. Ahora enseña y juzga como árbitro de un deporte que le ha dado un sinfín de viajes, anécdotas y reconocimientos.
Sus lazos de sangre se amarraron también a este deporte: sus otros dos hermanos practicaron esgrima, consiguiendo los tres ser campeones de España. “El pequeño y yo fuimos campeones junior y mi otro hermano fue en infantil. Somos los únicos hermanos a nivel nacional que todos hemos sido todos campeones de España. Yo fui también subcampeón de España infantil. Luego en absoluto fui finalista varios años”. En modalidad por equipos, también ha sido campeón de España infantil, cadete, junior y absoluto.
Por si su palmarés fuera poco envidiable, con 16 años entró en la federación nacional en la residencia Joaquín Blume del Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Madrid. Por aquella época el capitalino no era todavía conquense de adopción y vivía en la gran ciudad. En el CAR entrenaba 6 horas al día casi todos los días de la semana. “Era un rollo muy diferente. Yo me iba al gimansio y tenía al lado al campeón de España de ciclismo o veía estirar al conjunto nacional de gimnasia rítmica. Hacías amistad con otros deportistas que no tenían nada que ver con tu deporte”.
Otro de los puntos fuertes que le hicieron decantarse por la esgrima era la posibilidad de viajar. Enfundado en su pulcro uniforme reglamentario, Gaby ha recorrido Europa: “Viajaba mucho con este deporte y me encanta, era como irme de viaje de fin de curso con mis amigos cada dos semanas. Me he ido al mundial con 12 años 12 días, era una pasada”.
Ya en Cuenca, tras concluir los estudios universitarios, se enroló en el Espadas Colgadas: “Aquí existía un club de esgrima, pero no tenían técnico. Me puse en contacto con ellos por si les interesaba que yo lo gestionara y dijeron que sí”. Y aquí lleva desde que empezó, trabajando las bases con sumo cuidado para crear una remesa sólida de deportistas que saquen a relucir los galones deportivos de Cuenca por todo el país: “Mi principal objetivo era la cantera, porque es vital si quieres profesionalizar el deporte”.
La pandemia frenó en seco su crecimiento vertiginoso como entrenador, pero le permitió continuar un ritmo ascendente como árbitro de la Federación Española. “No solo he viajado por España, también por Europa: Viena, Bratislava, Budapest… Este deporte te da cosas que otros no te pueden dar. Yo soy maestro de esgrima y maestro de armas y desde 2012 soy árbitro nacional. Llegué a arbitrar a nivel internacional, pero lo dejé al venir a Cuenca porque ya no me quedaba tiempo”. Cuenca goza de un árbitro único en la región: no hay otro que esté en posesión de una formación tan elevada y que se encuentre en activo en la actualidad arbitrando a nivel nacional.
Esta temporada la afronta con la ilusión de las primeras veces tras regresar a la competición con sus pupilos en un par de semanas. “El año pasado solo hicimos competiciones entre nosotros y en este mes de septiembre ya nos vamos a competir a Barcelona.
Cada año afronta nuevos retos: la temporada pasada se desplazó a la costa levantina para formar entrenadores y este año lo hará también en el sur: “Mi titulación es la máxima que existe en este país y soy de los más jóvenes que la tiene. Estos cursos se dejaron de hacer en Barcelona 92 y se comenzaron a hacer otra vez en 2012”.
Con los más pequeños trabaja aspectos del deporte en general como la lateralidad, la coordinación o la capacidad de decisión. Con grupos reducidos, poco a poco les enseña a colocarse la indumentaria o a ir cogiendo las armas cada vez más avanzadas, cuidando la seguridad. Siempre a favor del alumno y aplicando sus conocimientos como maestro de Educación Física, conforma los grupos por afinidad, no por edad. Un método poco habitual que a Gaby le ha funcionado durante años: “También intento cuadrar grupos del mismo nivel en la misma hora, aunque sea diferentes días, para que puedan cambiar de día si no pueden venir en su turno. Esto lo hago en precompetición, para que les vaya picando el gusanillo. Loa chicos de competición ya sí que vienen todos los días”.
Fomenta el trabajo en grupo: “Me gusta que sean ellos los que vayan viendo y vayan aprendiendo, porque muchas veces por mucho que les digas no te hacen caso”. Para Gaby, es básico que los alumnos organicen la temporada desde el día cero: “Ahora al comienzo de la temporada el trabajo es más físico porque el grueso lo tienen en abril, entonces no los puedo machacar tan pronto. Desde el principio les doy el calendario para que sepan qué pruebas les interesan más y se organicen de manera óptima. Yo también entreno con ellos porque en este deporte el técnico no se puede quedar sentado, es lo bueno”.
SU SEGUNDA PASIÓN, EL BALONCESTO
Al mismo tiempo que practicaba con la espada, también votaba la pelota en la cancha. Estudiar en el Ramiro de Maeztu de Madrid y no jugar al baloncesto es como venir a Cuenca y no visitar las Casas Colgadas. Este colegio era, además, la cantera del Estudiantes, equipo profesional de basket. “El 90 por ciento de los alumnos de allí juega al baloncesto y yo empecé con 6 años. En el Estudiantes estuve hasta que fui Cadete. Jugaba contra equipos muy fuertes como el Real Madrid”.
Por sus manos pasaba el juego al ocupar la posición de base. De mediana estatura comparado con sus compañeros, se encargaba de leer los partidos. En su mente nacían las jugadas, los pases y la estrategia de un equipo que podía ganar o perder, pero que jugaba al máximo nivel siempre: “Esto te forja un carácter de competición y compañerismo determinado”. Aunque al final la balanza se decantó por la esgrima y abandonó el que fuera el otro gran deporte de su infancia.
LA NATACIÓN, POR SALUD
Llegó a las aguas cubiertas por prescripción médica debido a sus problemas de espalda. Pero su gen competitivo le llevó a continuar progresando también en este deporte: “Recuerdo que me llegué a clasificar para un campeonato de España de 100 espalda, pero para la final no pude competir porque hice el noveno mejor tiempo y solo había 8 plazas”. Incluso llegó a formarse como socorrista años después dadas sus buenas condiciones en la piscina.
Pese a moverse con total soltura en el agua, su pasión seguía estando en tierra espada en mano. La soledad de la natación le alejaba cada vez más de esta disciplina que, ahora, practicaría porque considera que es el deporte más completo: “Cuando me apunté de pequeño con mi hermano iba de ocho a diez de lunes a viernes, pero al entrar ejecutabas el trabajo tú solo. Ahora lo veo muy bien para organizar la cabeza, pero con 15 años para mí era un rollo”.
Tuvo sus más y sus menos también con el fútbol, deporte en el que jugó de central por dos temporadas. Aunque reconoce que lo hizo más por amistad que por calidad. “Estuve en el CD Aviación, el filial del Atlético de Madrid, hace muchos años. Jugaba porque lo hacían los amigos y yo luego no podía ir a jugar porque tenía o partidos de baloncesto o torneos de esgrima. Estaba más orientado a dar juego o a ver a los compañeros para pasarles en la posición más adecuada”.
«Cuando echo la vista atrás, veo que he hecho mucho deporte, mejor o peor pero siempre en lo máximo que podía». Gaby continúa defendiendo el deporte al más alto nivel a cualquier edad e intenta cambiar la mentalidad de los jóvenes que, al marcharse fuera de la ciudad por motivos de estudios, abandonan una disciplina de la que podrían haber seguido extrayendo trofeos, aprendizajes y experiencia. “Mi objetivo era exprimirlos al máximo para que compitan en nacionales, pero en la edad óptima para progresar el 90 % decide irse fuera y lo dejan. Hay algo que no estamos haciendo bien”.
Escogió la esgrima, aunque más bien su historia de amor fue a la inversa: “Creo que los deportes te van eligiendo ellos a ti”. Fuera una u otro el que diera el primer paso, han forjado una relación consolidada, basada en el aprendizaje continuo, el gusanillo de la competición, la experiencia de viajar en equipo y sobre todo, el amor por un deporte que en Cuenca hace mucho dejó de ser minoritario gracias a la calidad y el carisma de Gaby.