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Sergio Vera, nadando en favor del deporte y el juego inclusivo

Nunca pretendió ser ni el tiburón del Huécar ni el Cristiano Ronaldo del Júcar. Lo que sí hizo siempre fue deporte por salud y por placer y, aunque el nombre de Sergio Vera vaya ligado al del club de lectura Las Casas Ahorcadas, el deporte y los videojuegos completan la trilogía de sus pasiones.

Recuerda que de niño su rutina no era demasiado exhaustiva: “Era el típico al que le gustaba el fútbol de pequeño, pero no era muy deportista”. Cuando cursaba 6.º de Primaria en el colegio La Sagrada Familia, su profesor creó un equipo de fútbol y entonces se apuntó. No destacaban por su juego estructurado ni una táctica excelsa, pero lo pasaban bien, hasta que solo un año después, jugando un partido contra el Conquense, le rompieron el tobillo al prometedor lateral derecho: “El Cristiano Ronaldo del Huécar se fue al traste”, comenta con ironía.

Durante su adolescencia se apuntó al gimnasio: “Lo típico que se hace a esa edad, pero la verdad es que la única actividad física que hacía era prepararme para hacer el Camino de Santiago”. Completaba largas caminatas por los parajes conquenses que le ayudaban a imaginar cómo sería su andadura por las sendas gallegas: “Me iba por Palomera y por la Ruta Turística por la Cueva del Fraile, hasta Molinos de Papel. En los últimos años también me voy por el paseo del Júcar hasta la fuente de Martín Alhaja”. Con 15 años, terminó el Camino de Santiago con su padre y unos amigos y todavía añora aquella aventura, escenario de tantas novelas negras que Sergio lee y relee: “Fue una experiencia preciosa. De hecho, en una novela de Lorenzo Silva que presentaremos en el festival Las Casas Ahorcadas sale parte del tramo que hice yo y me gustó mucho”.

Aunque el punto de inflexión que marcaría entonces su vínculo con el deporte llegó cuando Sergio cumplió la mayoría de edad: “No hice nada continuado hasta que con 18 años perdí la vista por una negligencia médica mientras estudiaba Medicina”. Se apuntó entonces al gimnasio y a natación, el deporte que le haría acariciar esa sensación de libertad que asegura sentir solo en contacto con el agua: “El medio acuático es bastante más cómodo para una persona ciega. Sobre todo, al principio cuando perdí la vista en tema de movilidad era nulo, entonces me dio la sensación de que este lugar era más el mío”.

Lleva media vida nadando y ahora lo hace mínimo dos días en semana. Tras la pérdida de visión, ha adaptado sus entrenamientos para aprender a nadar con otras referencias dentro de la piscina: “Me apunté primero a la ONCE a clases particulares porque me sigo torciendo. Tenía que aprender a ubicarme y al principio me daban con un churro para guiarme”. Pronto recibió la llamada de la competición, pero ni tres tonos dejó que sonara. Colgó de manera inmediata porque tenía claro que practicaba deporte por placer, no por trabajo: “Una cosa es salud y otra pájaros en el aire porque sabía que eso no me iba a dar de comer y que no iba a ser el tiburón del Huécar”.

Aunque un año, contrario a su voluntad, participó en un campeonato en las fiestas de Mota del Cuervo: “Iba con Eduardo Cruz, un chico que sí llegó a ir a los Juegos Paralímpicos. Me puse hasta nervioso”. Sin miedo al agua, lo único que le costó adquirir fue la técnica de la respiración, la misma que ahora maneja a su antojo: “Me hago 2000 metros. Estoy entre 50 minutos y una hora nadando”. Completa su rutina con los estilos de espalda, braza y crol, su favorito con diferencia.

Redondea su actividad física yendo al trabajo andando todas las mañanas y haciendo spinning dos días en semana. El confinamiento le vino bien para sustituir las brazadas por los pedales y desde entonces no ha dejado de montar al compás de la música: “Me pongo canciones y en función del ritmo del estribillo voy pedaleando más o menos fuerte”. Lo hace desde casa, pues en 2018 asistió a clases pero tuvo que retirarse tras sufrir una bursitis.

VIDEOJUEGOS Y VIDEOCIEGOS EN LAS CASAS AHORCADAS

Entre las dos carreras, los tres másteres y el doctorado que forman su currículum se encuentra el grado de Magisterio. Durante su paso por la carrera diseñó una unidad didáctica de sensibilización con la discapacidad visual a través del deporte y además participó en una ponencia sobre la iniciación deportiva para personas ciegas en el tenis a partir del Wii Tenis.

Aunque fue preparando una charla sobre accesibilidad para un curso de desarrollo de videojuegos  en el instituto en el que trabaja, el Pedro Mercedes, cuando surgió el germen de su incipiente y pionero proyecto: Videociegos. Contactó con Microsoft y Play Station porque descrubrió que juegos como The Last Of Us podían ser de lo más accesibles para personas con diversidad funcional. Desde entonces colabora con ellos y Videociegos ha echado a andar.

Se sustenta sobre las patas del análisis, la difusión y el asesoramiento. Sergio escribe en una sección novedosa a nivel internacional en la que destripa juegos inclusivos en la revista Hobby Consolas: “En accesibilidad en España estaremos metidos unas tres personas y yo soy una de ellas”. Su labor de difusión se centra en conceder entrevistas a diversos medios de comunicación. Culmina el proyecto su faceta como asesor, que ya ha estrenado en eventos como los GamerLand CostaDaurada: ”Además, voy a colaborar más con Play Station Talents, proyecto de Sony en España para impulsar el desarrollo de videojuegos, en mi caso desde el punto de vista de la accesibilidad”.

Se encuentra inmerso ahora en la creación de un videojuego de Escape. Se encargará de diseñar la accesibilidad y los puzzles juntos a los programadores Sergio Saiz y Miguel Ángel Sequí.

La cuenta pendiente la encuentra precisamente en los Esports: “No sé si hay una forma de hacer inclusivos estos videojuegos de manera justa, en igualdad de oportunidades, pero todo se andará y quizás sea bueno hacer una especie de juegos paralímpicos de videojuegos”. Aunque viendo que Sergio consigue con tesón todo lo que se propone, seguro que encuentra la fórmula idónea para incorporar este deporte a Videociegos, última joya que Vera ya codicia en el tesoro de las palabras: su festival Las Casas Ahorcadas.

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