Era mediados de un septiembre caluroso cuando Domingo Ramón Menargues, José Manuel Abascal y Antonio Corgos se tostaban bajo un sol de justicia a los pies del monte Olimpo. Por entonces aún no se celebraban los campeonatos del mundo de Atletismo y sí en cambio los europeos. Atenas fue la sede en 1982 y a pesar de que en casa no había tele en color no sé qué me enganchó aquel verano tardío ni qué luz entró en mis retinas hasta iluminarme de ese modo.
Unas tardes antes del inicio del campeonato recuerdo cruzarme con unos jóvenes que entrenaban por la carretera de Palomera, adonde yo acudía de vez en cuando con mi hermano para nuestros trotes suaves, esos dos parecían deslizarse sobre el asfalto en cada zancada, avanzaban como si lo hicieran sin aparente esfuerzo. Esa imagen que digo me vino de súbito cuando aquella lejana tarde desde el sofá de mi casa contemplé a los Atletas en el estadio Griego y quedé absorto pensando: “yo quiero ser como ellos, como esos dos, no como estos”.
En los 80 el fondo español estaba viviendo un momento dulce. Antonio Prieto, Constantino Esparcia, Vicente Polo, José Luis Carreira, Andrés Vera, Carmen Valero, Pere Casacuberta, Estela Estévez y cerca de nosotros Fernández Gaitán, Juan Carlos Montero, Juan Francisco Romera y el grandísimo José Luis González, nombres unidos por entonces a otros históricos del sintético como Montse Pujol, Javier Moracho, Javier Arques o José Manuel Albentosa, éste que muy pocos saben llegó a tener licencia en la pretérita Federación Conquense de Atletismo. Todos estos nombres formaron parte de un pasado glorioso del que tuve la suerte de ser testigo en un blanco y negro esplendoroso.
Con catorce años fue que un par de meses después decidí probar suerte con la recién nacida “Escuela Municipal de Atletismo” donde Miguel Ángel nos enseñaba con empeño todas las disciplinas atléticas, esfuerzo baldío conmigo porque nunca fui hábil para cosas técnicas y no hay nada más complicado que una carrera de vallas o un salto con pértiga, así que dediqué mis esfuerzos en lo que creí más conveniente, no me pedía mucho a cambio y no era otra cosa que correr, correr es un gesto natural.
Hace cuarenta años disponíamos de pocos divertimentos, pero creo que por eso se aprovechaban más los que se nos brindaban, una vez te metías en vereda podías seguirla o salirte de ella sin mucho más que elegir y yo en ese caso me decidí por la primera opción, continuar a ver qué pasaba. Pronto empecé a ejercer de organizador y de Juez sin titulación en la pista de la Fuensanta en las pocas competiciones que se programaban cargando con las colchonetas, los tacos de salidas y las vallas y pintando con yeso las líneas para cada competición sobre la superficie de ceniza o de tierra batida, depende de la época. Aquellos días nos visitaba la gente de Tarancón que formaban un equipo muy sólido y de entre ellos recuerdo la elegancia y el poderío como corredor de Cuenca Ferrer, era un corredor que transmitía un algo especial. Venían Atletas de toda la provincia, incluso un equipo del seminario de Uclés y los días más señalados el temido combinado del colegio Tajamar de Madrid. Era época de pioneros, y yo envidiaba a Vissier, Fermín, Escamilla, eran lo mejor que teníamos y Ricardo Nielfa era nuestro particular Sebastian Coe. Luego, años después vinieron Alicia Fernández, Rodríguez Lázaro y Javier Triguero, con quien tuve el placer de hacerme algunos kilómetros, cuando empezaba a competir un tal Tete de la Ossa.
Con el tiempo pude asistir a un cursillo de Monitor Nacional de Atletismo y a otro de Juez impartido por el maestro Otón García Pintado ambos los primeros que se programaban en Cuenca y con dieciocho años ya estaba flamantemente titulado. Entre tanto empecé a entrenar a campeones provinciales y llegué a ser seleccionado para correr el Campeonato de España de campo a través que se celebró en Segovia, en la explanada de la destilería de whisky DYC. Con dieciocho años gané en categoría Junior la carrera del pavo y al año siguiente llegué segundo.
Corrí varias ediciones de la desaparecida Milla de Ferias de San Julián, en Carretería, incluso haciendo marcha atlética un año que se programó también así, ya nadie lo recordará. Participé en la primera edición de la Hoz del Huécar y el primer triatlón de Cuenca aunque del río salí el último, he de reconocerlo, para recuperar unos puestos con una bicicleta prestada que me quedaba pequeña y otros más en la carrera a pie. El cross del Caño empezaba por entonces y es una alegría el haber participado y saber que perdura. Luego ha venido la MAMOCU. Unos años después mi vida dio un giro y me fui a vivir al levante y allí terminé desarrollando mi vida laboral y el mayor número de eventos atléticos en los que he participado.
A fecha de hoy como corredor he terminado más de 30 maratones en ruta (hace mucho que perdí la cuenta), una buena cantidad de maratones de montaña y varias ultras como la “Quixote legend”, “Subida al Veleta”, “Marató i mitja de Penyagolosa”, “la Trans Grancanaria 128 k.”, “el Desafío Lurbel Calar del río Mundo” o “The Hadrian´s Wall”, carrera que cruza la isla grande de Gran Bretaña de oeste a este. Las maratones de Matlock (White peak, UK), Jurasic Coast (Dorset), Llanberies (Gales) Munich y Friburgo, ambas en Alemania igual que la mejor del mundo, Berlín. La última fue el pasado 16 de abril en Zaragoza y para pronto está prevista una ultra de montaña y el otoño próximo el Campeonato Europeo de Policías, Bomberos, Militares y Cuerpos de Seguridad en un par de pruebas por decidir y algo más caerá entre medias, estoy seguro. Carreras de menos distancia como medias maratones u otras hace años que no las cuento, no por quitarles valor, que lo tienen.
Leído esto en cambio, el correr no ha sido para mí algo que se pueda considerar como excepcional, casi cualquier persona puede hacerlo si se lo propone. Mi mejor momento atlético sin duda lo he experimentado como Juez de Atletismo. En Alicante pude completar mi formación y con el tiempo llegué a capacitarme como Juez Árbitro Nacional, la máxima categoría que ha existido nunca en el juzgamiento en España, nadie de Cuenca antes ni después ha logrado alcanzar ese nivel ni podrá ya por desgracia. Hace unos años la RFEA redujo el grado de exigencia en sus árbitros y esa categoría desapareció, reajustándola a la baja.
Como Juez tuve la única mala fortuna de resultar apto en el examen de ATO (Juez de nivel europeo) el año en que el número de Jueces asignado a España no me alcanzó. He homologado infinidad de circuitos de carreras de asfalto y asistido a competiciones por toda España, fui designado como Juez Árbitro (el Juez principal del Jurado) en San Silvestres internacionales, maratones y medias maratones como Málaga, Calviá, Barcelona, Almería, Marchamalo, Gran Canaria, Palma de Mallorca, Valladolid, Salamanca, Albacete o Zaragoza, además de participar en el Jurado de múltiples carreras de campo a través, trail y meetings internacionales en pista como el Iberoamericano de Huelva, Alfaz del Pí, Valencia, Andújar, Sabadell, Madrid u otros como el primer y único Meeting de Cuenca “Fiestas de San Julián”, donde actué como Juez Árbitro resultando un triste desastre por una gran tormenta de verano.
Más de una docena de Campeonatos de España, dos copas de Europa, tres campeonatos de Europa, una Universiada y dos Campeonatos del Mundo, además de unos Campeonatos Iberoamericanos. Como reconocimiento a mi trabajo en éste último fui seleccionado para asistir al equipo español en la supercopa de Europa (Gateshead, UK) y posteriormente asistí como único Juez del arco mediterráneo al seminario de formación de Jueces especialistas en Salidas de nivel europeo celebrado en Tallín (Estonia), puesto que ese era el puesto en el que mejor me desenvolvía, he dado salidas a grandes figuras y he aprendido de los mejores Jueces.
Finalmente hace un par de años, algo cansado ya el destino me invitó a dejar el juzgamiento puesto que ya había alcanzado todo lo que me había propuesto y creo que es bueno retirarse cuando sabes que has hecho todo lo mejor posible intentado siempre ser una persona justa. Hoy miro hacia atrás y me siento orgulloso de mis orígenes satisfecho y conocedor de que el deporte es algo que todos deberíamos probar alguna vez.
Cada vez que vuelvo a Cuenca aprovecho para recargar la batería de mis sentimientos y a menudo me sorprendo sin darme cuenta girando la cabeza cada vez que corro por la carretera de Palomera mientras el recuerdo me lleva a aquellos dos que corrían esa tarde de septiembre y con su estela tiraron de mí sin saberlo hasta hacerme llenar un sitio en la vida: Paje era como un fiel escudero, un alumno fiel y aventajado. Valero, Ángel Valero era el maestro del que todos nos nutrimos. Me alegra muchísimo cuando a veces me lo cruzo por el camino de San Isidro caminando pues ya corrió bastante, deslizándose sobre el asfalto pues eso es algo que no se pierde con el tiempo, sin que él lo sepa respiro fuerte tratando de alimentarme de su recuerdo. Ellos, sin duda ellos dos, tuvieron toda la culpa de todo y les estaré siempre