Quizás fuera su pasión por aprender trucos lo que llevó a jugar al billar, un deporte donde cada jugador cuenta con su propio toque para ejecutar la carambola perfecta sobre el tapiz de la mesa. Alberto Fernández Pardo, más conocido como el mago Albert en el mundo del espectáculo, encuentra en el deporte su refugio cada vez que baja del escenario y se deja la chistera sobre las tablas.
No tiene claro por qué empezó a jugar al billar, pero sí el motivo por el que se apuntó a atletismo: su padre, que destacó en el campo a través: “Tuvo muy buenas marcas, estuvo entre los mejores del país, tiene el carné de entrenador nacional… Quizás de ahí me viene también mi relación con el deporte”. Hasta los 18 años estuvo practicando atletismo y las carreras de cross a las que se apuntaba tanto a nivel provincial como nacional le servían para preparar su verdadera especialidad, que pasaba por las disciplinas de medio fondo. Competía en los 200, 400 y 1500 metros cuando se abría la temporada en primavera, primero con las Escuelas Municipales de Atletismo y más tarde con el Club Atletismo Casas Colgadas: “La idea de hacer cross en invierno era prepararnos y alcanzar mejores marcas. Así, cuando llegaban los 400, volábamos en la pista”.
Diversas circunstancias de la vida le fueron alejando del atletismo pese a sus reconocidos resultados y le acercaron al deporte que hoy en día sigue practicando: el billar. Cambia la barita por el taco de vez en cuando porque tanto la magia como esta disciplina le han traído más de una alegría. Diversas portadas ha acaparado este maestro de la ilusión, que incluso llegó a quedar subcampeón de España.

Aprendió de la mano de su mentor y maestro, Javier Mora, un referente a nivel regional y también nacional: “De su mano he ido creciendo no solo como deportista, sino también como persona. El billar transmite muchos valores”. Dentro de las escuelas deportivas fue mejorando y asegura que, en Cuenca, pese a ser un deporte minoritario, hay mucha afición al billar y lo sabe porque lleva jugando en su ciudad de manera federada desde los 16 años: “Entonces empezaban las escuelas deportivas aquí y mi padre me llevó a conocer este deporte. La verdad es que lo cogí con muchas ganas”.
Ahora reivindica el papel de aquellos deportes que necesitan de un rendimiento mental, en ocasiones, poca valorado: “Me gustaría ponerlos en valor porque mucha gente no considera el billar como un deporte, pero quemamos calorías, no al mismo nivel que un futbolista, pero sí. Es muy importante la cabeza. Hay que estar concentrado para calcular la técnica, la práctica…”. Recalca además que los campeonatos de billar pueden llegar a durar horas, e incluso días.
Completa su rutina física con su otro pasatiempo favorito: la pesca deportiva. Desde la margen del río disfruta de tardes con la familia y los amigos en las que su mayor trofeo no es capturar más piezas, sino desconectar: “Es el hobby con el que me relajo, con el que llevo la cabeza a otro sitio. Cuando me bajo del escenario pienso en descansar y en salir al campo”. Pesca en la provincia, pero también tiene licencias en otras regiones y en más de una ocasión ha lanzado la caña en aguas aragonesas.

Recuerda también que de pequeño practicó Taekwondo en el gimnasio Victoria, además de jugar al fútbol hasta los 10 años con el Racing Acción Católica, contra otros equipos de barrios y parroquias de la ciudad: “La verdad es que jugábamos con más corazón que cabeza”, reconoce con una media sonrisa Alberto.
LA VELADA DE BOXEO
Este año, ha ejercido por segunda vez como maestro de ceremonias en la velada de boxeo celebrada en Cuenca. Fiel aficionado de este deporte, el mago se mimetiza con el entorno y, al igual que en sus espectáculos, su labia y su don de palabra le ayudan a guiar la velada como speaker de un evento muy aclamado y esperado: “Hay un poquito de nervios. Cierto es que yo estoy acostumbrado a salir a otro ring: mi escenario. Ahí me defiendo con más soltura que entre las dieciséis cuerdas y por eso lo afronto con un poco de nervios, pero con responsabilidad también”.
No pone ni un “pero” a la experiencia y alaba que boxeadores tan jóvenes tomen el camino del deporte como la senda principal de sus vidas: «Es espectacular porque los chavales van con muchas ganas a pelear y todos los combates tenían mucha emoción. La gente venía a competir de verdad. Se agradece recuperar esta disciplina en Cuenca”. Con el Sargal a rebosar y micrófono en mano, hizo suyo el cuadrilátero: “Verme en ese papel de maestro de ceremonias y ponerle ese punto de emoción al evento fue un placer”.
Aboga por los deportes tranquilos para la práctica, pero arriesga cuando de crear show se trata. El boxeo y la magia le aportan la pizca adrenalina que necesita y la pesca y el billar le transportan a la calma. Son quizás sus dos mayores virtudes sobre el escenario, pues en cada truco consigue acelerar el pulso de su público por el riesgo pero, a la vez, transmite la tranquilidad necesaria que te hace saber que el número saldrá bien porque, sin duda, se encuentra en las mejores manos, las del mago Albert.
