La resiliencia es la capacidad humana de afrontar situaciones difíciles. Se trata de tener la habilidad para resurgir de la adversidad, saber sobreponerse, adaptarse, recuperarse e incluso salir fortalecido de aquellas situaciones complejas transformándolas en una situación de crecimiento.
Quizás sea una de las cosas que más nos va a tocar llevar a cabo en nuestra vida, la resiliencia, una de las cosas que nos pueden hacer fuertes si la sabemos llevar a cabo o que nos pueden hundir si no sabemos adaptarla a nosotros.
Eso es lo que busca el Incarlopsa Cuenca en la actualidad, después de varios años donde nos han acostumbrado a ganar y ganar, a jugar en Europa, a codearse con los más grandes, donde habíamos normalizado el ganar a Logroño, Ademar, León o Irun, donde el perder contra ellos era una tragedia en unos años donde todo era tan bonito que no sabíamos ver que éramos felices y poderosos de la noche a la mañana, que habíamos pasado de luchar por salvarnos a querer jugar Europa sin darnos apenas cuenta, donde la masa social iba creciendo y donde ser del Incarlopsa Cuenca era bonito y estaba de moda.
Pero ha llegado el nubarrón, que era previsible que podía llegar, cuando se marchan jugadores de la calidad e importancia de Maciel, Moscariello, Sergio López, Dutra o Vainstein, donde se pasada de empezar un año con ellos a que ya no estuvieran y hubiera que apostar con gente de mucho talento pero con mayor aprendizaje por delante, un aprendizaje que los anteriores tuvieron que recibir a las órdenes de un Lidio Jiménez, que sigue siendo el mayor valedor de este proyecto y por el que hay que confiar, porque esto ya lo hemos vivido. No hace tanto que luchábamos por no descender y que nos eliminaban equipos de la ‘B’ como Nava en Copa del Rey.
Pero claro, yo ahora me cuento a mí mismo que por un tiempo tengo que comer mortadela en lugar de jamón y me cuesta asimilarlo, me enfadaría y buscaría culpables de primeras, pero luego pensaría que quizás tengo que comer un tiempo esa mortadela para volver al jamón, y no por eso voy a dejar de comer, porque mi estómago me necesita y yo lo necesito a él.
Hemos sido ricos sin saberlo y ahora toca ser pobres por un tiempo, donde todo es un drama tras quedarse fuera de la Copa del Rey y estar tan solo tres puntos por encima del descenso. Pero créanme, no es un drama ni hay que poner las alarmas, no es malo estar enfadado y ver en qué se puede mejorar, no es malo el pedir más siempre, porque ahí es donde vamos a crecer y donde nos vamos a hacer fuertes de nuevo.
Ha llegado el tiempo de la resiliencia, y de crecer ante las adversidades, porque este club, esta plantilla y este entrenador creo que tienen margen para estar tranquilos. Ahora estarán bloqueados cuando nada sale, cuando tienes la presión de verte abajo cuando creías que tenías que estar arriba, cuando cada derrota te hunde un poco más y los sudores y lagrimas recorren tu cuerpo sin saber de dónde vienen y por dónde sujetar esas emociones.
Pero les voy a decir una cosa, estoy tranquilo, muy tranquilo, ¿saben por qué? Porque cuando ganas te das cuenta de lo grande que es este equipo, pero más cuando pierdes y ves mil opiniones por redes sociales, unas para sumar y otras para lo contrario, pero observas que este club se ha hecho más grande sin darnos cuenta.
Estoy tranquilo cuando miro a la cara de Lidio Jiménez y me dice que esto va a salir para delante, porque conozco esa mirada de tensión y esa actitud de querer trabajar sin parar, porque miro a los jugadores y sé que son conscientes de que este respiro navideño les va a servir para desbloquearse y sacar a flote esta situación.
Suframos este momento como hemos disfrutado de la mejor época de este club, porque cuando volvamos a ganar, sonreiremos todos más fuerte y recordaremos que hemos pasado por aquí para después subir de nuevo y ser más fuertes.
Resiliencia, qué bonito nombre tienes.