Corren tiempos en los que la palabra `despoblación´ está de moda y forma parte de nuestro vocabulario habitual. Una despoblación que para aquellos que nos hemos criado y vivido en el medio rural, hemos conocido de primera mano y no es una novedad de los últimos años.
No tanto para muchos de los que se empapan con su uso desde una urbe en cualquier capital y se creen conocedores de lo sucedido en estos municipios o comarcas-
En los últimos años, se ha prometido en todo tipo de lenguas y acciones, que se ayudaría al medio rural, con el fin de que no quedasen anclados ante el receso de población. Bien es verdad, que la intención en todo momento es buena, claro que sí, pero las acciones llegan con cuenta gotas.
Con la promulgación de la famosa Ley Contra la Despoblación, los avances en materia fiscal, están ahí, aunque en muchos casos no se tenga claro cual es su aplicación. El problema de todo ello, reside en varias cuestiones. Probablemente, la principal y más clara, es el hecho de que por cada paso que se da para adelante, se retroceden dos.
Esta opinión más allá de ser algo puntual, es un pensamiento de hace bastante tiempo. Bien es verdad, que este retroceso ha vuelto a saltar a la palestra a nivel general (y también personal en forma de escribir esta columna), por la noticia del cierre de la Oficina de Liberbank en Beteta. A comienzos de semana, se hacia público (a través de los propios trabajadores de la oficina), que tras el paso de Semana Santa, se decretaría su inminente cierre. No tardaron los vecinos de la comarca, en mover ficha, iniciando una recolecta de firmas, que ya supera las 2000.
Está claro que esta oficina de Liberbank/Unicaja, no deja de ser una entidad privada, en la que el Banco, por desgracia, puede hacer y deshace en función de cómo lo crea conveniente. Aún así mi pregunta es, cuándo los políticos han visto necesario presionar a los bancos, lo han hecho, ¿por qué en este tipo de caso no sucede?. Evidentemente, porque no interesa.
Para poner en situación y materia a algunos que no sean conocedores todavía del contexto, si la oficina de banco de Beteta cierra, tendrían que desplazarse los usuarios hasta Priego (40 km aprox) para efectuar cualquier trámite bancario. Por no hablar de que ni siquiera podría sacarse dinero. Imagínate venir desde la otra punta de España a pasar las vacaciones en la Serranía de Cuenca y no poder sacar dinero. A pesar de los avances económicos en materia de cobro (datáfonos o bizum), todavía existen locales donde no existen este tipo de funciones. Eso sin tener en cuenta, que hay determinados pagos, que no tiene sentido hacerlos con este tipo de pagos, véase como ejemplo, comprar el pan o fruta. Son simple y meros ejemplos, por no decir, que si quiero tener dinero efectivo, estoy en mi derecho de ello. Además, estamos en un pueblo y las cosas funcionan distintas que en una ciudad, está claro.
Sin más dilación, está reflexión la llevo acabo por un momento clave, como este cierre, del que mucha gente no es consciente de lo que podría suponer. Más allá de eso, este pensamiento ronda mi cabeza mucho tiempo, basándome en el sentido de que cualquier acción que quisiera llevar en el pueblo, cuesta el triple (como poco), que en otro municipio. Una desventaja, que con el esfuerzo de todos, podría igualarse, o por lo menos, recortarse.
Una consideración que he llevado a cabo poniendo de ejemplo la Serranía de Cuenca, pero que persiste en otros muchos lugares de nuestra provincia, comunidad y en general, nuestro país, valiendo de ejemplo y perfectamente aplicable todo lo escrito.
Al final, este pequeño escrito, podría resumirse en que `las palabras se las lleva el viento´ y lo que realmente, termina valiendo, son los hechos y no las promesas.