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Carlos Álvarez “Pino” y el Campillo, el club de sus amores

El eterno capitán ha forjado desde niño una historia de amor con el Campillo, el equipo que le ha visto reír, emocionarse, cabrearse, defender la camiseta con honores y, sobre todo, crecer como deportista. Carlos Álvarez, más conocido como «Pino», comenzó jugando en la escuela de fútbol base de Campillo al fútbol sala, pero pronto se marchó fuera del pueblo a probar suerte en fútbol 11. Tras pasar por las filas del Motilla y Quintanar del Rey, consiguendo ascensos a juvenil Nacional y rozando con la puntera la División de Honor, regresó a sus orígenes y acabó fichando por el Campillo: “Es el equipo de mi pueblo, el equipo de mi corazón”.

Recién cumplida la mayoría de edad, estrenó club y categoría sénior en su pueblo natal: “En esa época tenía que entrenar yo solo ya que era el único que jugaba de Campillo que estudiaba en Cuenca”. El actual y también entonces presidente, David Saiz, ya puso el ojo en el joven “Pino” y, en cuanto pudo, se trajo para casa a un jugador versátil y comprometido: “Me comía el campo, jugaba donde me pusieran: central, lateral izquierdo, lateral derecho… He sido un jugador que no destacaba pero que siempre cumplía”. Y tanto cumplía que compaginó deporte, estudios y despachos como vicepresidente del club en su tercera temporada: “Por falta de directiva fuimos los propios jugadores quienes nos quedamos a cargo del equipo”.

Tres años después de su llegada, Pino ponía punto seguido a su primera etapa en el Campillo: “Fueron tiempos maravillosos y conseguimos permanecer en la categoría. He conocido gente de la que guardo buenísimos recuerdos y con muchos conservo la amistad, que al final es lo más importante”. Fue un “hasta luego”, pues se marchó de nuevo al pueblo vecino para seguir jugando: “La desaparición de CD Altobuey fue un momento triste. Tenía que irme a otro sitio y de ahí me marché a Motilla, donde pasé también momentos increíbles”.

Pero todavía le quedaban alegrías por vivir vestido de blanco. Sobre el césped, su mejor recuerdo fue hace solo un lustro, cuando el equipo alcanzó de nuevo la categoría Preferente: “Hicimos un temporadón y ascendimos la ultima jornada de liga.  Ese año perdimos el último partido en octubre y ya no volvimos a perder en lo que restaba de competición”.

Aunque en una relación tan duradera, los altibajos forman parte de la historia y Pino vivió su momento más crítico hace solo dos temporadas, tras sufrir una aparatosa lesión de rodilla que a punto estuvo de romper su noviazgo con el fútbol para siempre: “Esto me hizo madurar, tomarme las cosas de otra manera, Me planteé dejarlo, pero, ¿cómo lo iba a abandonar así? Trabajé muchísimo, solo los que estaban a mi alrededor lo saben: mi pareja, mis padres mi hermana…Lo mas fácil hubiese sido dejarlo”. Con firmeza, 33 años, el apoyo de sus compañeros, los mensajes de los aficionados y la oportunidad de su entonces entrenador, Toño Taravilla, Pino se volvió a calzar las botas un 20 de noviembre de 2021, nueve meses después de haberse quedado fuera de juego.

Pese a todo, como en las mejores películas románticas, siempre ha encontrado en el fútbol esa mano tendida que aparece de la nada para salvarte del abismo: “Ha sido mi fuente de bienestar, todos hemos tenido problemas, pero en los entrenamientos desconectas por unas horas de tu vida cotidiana, compartes risas con tus compañeros… Me ha servido para dejar a un lado los problemas”.

Ha manchado la camiseta de la tierra ocre propia de los campos de barro, pero también la ha paseado pulcra como el primer día por “auténticos campazos”. Esto es precisamente lo que Pino enseña a sus pupilos como capitán: “Les hago ver que tienes que valorar y apreciar el lugar en el que están. No todo el mundo tiene la suerte de jugar en Preferente, en este caso en un club como Campillo, donde la gente es muy cercana y la directiva se desvive para que no falte de nada”.

El campillano se ha convertido en el principal baluarte del equipo y lo ha hecho poniendo en valor la humildad de los jugadores y el trabajo en equipo. Y es que para Pino ser capitán va más allá de portar el brazalete de líder: “Al final tienes la responsabilidad de ganarte el respeto de los compañeros dando ejemplo: asisto a los entrenos, respeto al rival y a la afición… Creo que el futbol me ha hecho madurar muchísimo en este aspecto”.

Tras su lesión ha aprendido a saborear cada segundo sobre el césped como si fuera el último. No sabe cuándo llegará su minuto 90. Lo que sí tiene claro es que, cuando toque colgar la camiseta, coserá el escudo del Campillo con hilos de pasión, la misma con la que llegó hace ya 25 años y que espera no perder hasta el pitido final.

 

 

 

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